A primera vista, dejarse llevar por la inercia de las situaciones en un sistema tan complejo como puede serlo una partida de rol narrativo puede parecer un esfuerzo titánico. Pero, ¿acaso no lo es sacarla adelante por el método más tradicional de llevar a los personajes hacia situaciones pensadas de antemano?
En el rol el narrador suele llevar el peso de la causalidad sobre las acciones de los jugadores. Plantea la situación y según lo que éstos hagan determina la deriva de sus personajes.
Interacción lineal entre el determinismo y el libre albedrío
En una partida típica en la que se mantiene cierto margen al libre albedrío de los personajes jugadores y una trama o un misterio que resolver, el narrador suele pensar una serie de escenas que los personajes irán ocupando conforme avancen en la trama. Determina ciertos puntos de la historia y da libre albedrío para dejar que los personajes lleguen en distintos estados a ellas:
El máster, en su narración, va atrayendo a los jugadores hacia sus distintas escenas, matizando la causalidad para que la trama pueda desarrollarse hasta su resolución.
Los jugadores ocupan las escenas en distintos estados más o menos óptimos —sanos o heridos, con más o menos información, con aliados o sin ellos, con concepciones acertadas o erróneas de lo que ocurre—, y labrando sus relaciones con otros personajes y sus historias, su deriva los lleva a escenas nuevas abriéndose a cada paso el abanico de posibilidades de interacción y aumentando por tanto el caos. Es fácil que se genere una tensión entre el libre albedrío de los jugadores —que actúan según las pretensiones de sus personajes— y el desarrollo de la trama cuando ésta ha de pasar necesariamente por distintas escenas preconcebidas para que se resuelva con éxito la partida. Cuanto más esfuerzo y talento pongan los participantes sobre la mesa el resultado será más natural, más fluido y espontáneo, más rico. Pero cada acción del jugador tiene un potencial disruptivo, discrepante con la partida y cuanto más compleja, abrupta o imprevisible sea la forma de actuar del personaje jugador, más esfuerzo necesitará el narrador para volverlo al redil de lo que tenía pensado para él.
Con cada interacción aumentan las posibilidades de desviarse del camino pensado y el narrador puede llegar a convertirse en una suerte de censor de la realidad, poniendo tanto a sus personajes no jugadores como a las consecuencias de los actos de los jugadores al servicio de reconducir una y otra vez las situaciones hacia sus escenas de destino. Llegados a ese punto, la inercia del caos connatural a las acciones y las relaciones puede haberse convertido en enemiga de la narración y podemos acabar con la sensación de estar intentando subir una montaña por un río, remando contra corriente. La frustración no es una experiencia rara en el juego, ni para los jugadores ni para el narrador.
Caos determinista
Esa losa sobre la espalda del narrador puede convertirse en una piedra sobre la que divisar el devenir y narrarlo casi como si explicara un paisaje que ve:
-Si las escenas preconcebidas dejan de ser estaciones de visita obligada y se convierten en imágenes borrosas en la mente del máster, dejando éste que ocurran cuando tengan que ocurrir.
-Si los pn’j dejan de ser peones del narrador al servicio de guiar a los jugadores hacia las escenas preconcebidas para convertirse en personajes de pleno derecho, con su propio albedrío, intenciones, planes, relaciones y personalidad.
Así, con todos los elementos del presente pensados al detalle pero ninguno fijado en el futuro, podemos dejar que los eventos pongan en marcha la trama y ésta devenga de forma orgánica:
Soltando a los personajes jugadores en el mundo de la trama, y con el compromiso de todos de no abandonar el tono de la historia, el máster rema a favor de la corriente de los hechos, que ocurren con naturalidad, con lo que el esfuerzo en forzar situaciones se acerca a cero y puede relajarse para disfrutar tomando parte de lo que ocurre sin esforzarse en frenar las inercias, dejándose guiar por las acciones de los jugadores hasta sus últimas consecuencias.
En una partida con esta metodología el devenir cobra coherencia para el disfrute de todos. Sincronicidades, relaciones y consecuencias que serían fruto de la genialidad en una partida de interacción lineal entre el determinismo y el libre albedrío se convierten en lo normal en una partida llevada conforme al caos determinista. Las historias cobran autenticidad pues han crecido con naturalidad trascendiendo las capacidades imaginativas de jugadores y narrador, pues la sinergia de sus fantasías, en un sistema tan parecido a la realidad, tienden a cobrar la forma de una historia auténtica.